Análisis de la cobertura del diario La Nación respecto de la agenda temática denominada “inseguridad” en el conurbano, según sus ediciones del 12 al 18 de septiembre de 2011.
Por Mariana Lisi
Estudiante del Observatorio de Medios la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ, integrante de la ROUM
El diario La Nación estigmatiza la pobreza, se simplifica, se reduce la complejidad de una problemática que existe, claro, como existe el aumento del delito en otras clases sociales, no solo en la baja, y como existen también niños y personas en situación de calle pero no son vistas como víctimas sino como potenciales Ellos, delincuentes.
Se fue instalando así, a paso de hormiga, esta idea dirigida a las clases medias de que cualquiera que venga de los sectores sociales bajos es un enemigo y hay que combatirlo. Combatir el delito es combatir a los pobres, no a la pobreza.
En esta tarea se interna el diario al mostrar un intento de vinculación de los inmigrantes pobres de los países limítrofes (que por cierto nunca son extranjeros, siempre son inmigrantes) que vienen a reforzar el delito que, por supuesto, se origina en el conurbano, en ese monstruo diabólico y cabezón pero sin actividad pensante. Ese leviatán que, como dice la Biblia, hay que eliminar.
Según el Dr. Eugenio Zaffaroni, este tipo de tratamientos mediáticos, con la instalación del miedo colectivo, genera consensos que legitiman un discurso de mano dura y políticas represivas, que son demandas de grupos de poder vinculados a este medio.
Vemos una muestra de esto en la nota titulada “Cuando la inseguridad mata dos veces”. Observamos que a través del discurso de una madre desolada que dice no querer trabajar para salvar vidas de delincuentes, La Nación, solapadamente, pone en voz de otro (en este caso una madre que dice eso después de que le matan a un hijo se transforma en cierta forma en inimputable ante la opinión pública) lo que no puede decir, esto es pedir pena de muerte.
En general notamos que las notas referidas al tema tratan de instalar un clima de desprotección total del ciudadano por parte de las instituciones, fundamentalmente la judicial y la del Poder Ejecutivo. Pero en general no tiene el mismo trato con las instituciones policiales ni con los miembros de las fuerzas armadas que cometen o han cometido asesinatos en causas de gatillo fácil o en desapariciones de personas, como es el caso del testigo Julio López. Se constata aquí, una vez más, el mito de la objetividad.
La simplicidad se ve también en la síntesis del dolor de las familias que sufrieron hechos de violencia o muerte. Se trata apelando al plano emocional. Se muestra un dolor, un genuino dolor pero no salimos del plano de lo emocional.
El diario no dice “el delito es consecuencia de las políticas que implantó el gobierno kirchnerista”, por ejemplo, pero sí dice desde la habilitación que tiene cualquier persona a opinar en una carta de lectores: “hace 8 años que esto está así….”, o desde la carta de una madre: “mi desgracia comienza en 2003 y se repite en 2009”.
Se intenta instalar desde el plano emocional, desde el dolor de otros la idea de que la inseguridad, producto del delito y la marginalidad, tienen un origen en un gobierno y no se lo muestra como un proceso.
Vemos en la carta de lectores un recurso muy usado, el de simplicidad. También se observa en los títulos, volantas y bajadas. Esta jerarquía del tema de la “inseguridad” en la agenda mediática responde a la pertenencia de clase de los medios de comunicación, y, en este caso, La Nación se expresa en consecuencia.
Informe Completo: http://www.redobservatorios.org.ar/web/?p=540
Estudiante del Observatorio de Medios la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ, integrante de la ROUM
El diario La Nación estigmatiza la pobreza, se simplifica, se reduce la complejidad de una problemática que existe, claro, como existe el aumento del delito en otras clases sociales, no solo en la baja, y como existen también niños y personas en situación de calle pero no son vistas como víctimas sino como potenciales Ellos, delincuentes.
Se fue instalando así, a paso de hormiga, esta idea dirigida a las clases medias de que cualquiera que venga de los sectores sociales bajos es un enemigo y hay que combatirlo. Combatir el delito es combatir a los pobres, no a la pobreza.
En esta tarea se interna el diario al mostrar un intento de vinculación de los inmigrantes pobres de los países limítrofes (que por cierto nunca son extranjeros, siempre son inmigrantes) que vienen a reforzar el delito que, por supuesto, se origina en el conurbano, en ese monstruo diabólico y cabezón pero sin actividad pensante. Ese leviatán que, como dice la Biblia, hay que eliminar.
Según el Dr. Eugenio Zaffaroni, este tipo de tratamientos mediáticos, con la instalación del miedo colectivo, genera consensos que legitiman un discurso de mano dura y políticas represivas, que son demandas de grupos de poder vinculados a este medio.
Vemos una muestra de esto en la nota titulada “Cuando la inseguridad mata dos veces”. Observamos que a través del discurso de una madre desolada que dice no querer trabajar para salvar vidas de delincuentes, La Nación, solapadamente, pone en voz de otro (en este caso una madre que dice eso después de que le matan a un hijo se transforma en cierta forma en inimputable ante la opinión pública) lo que no puede decir, esto es pedir pena de muerte.
En general notamos que las notas referidas al tema tratan de instalar un clima de desprotección total del ciudadano por parte de las instituciones, fundamentalmente la judicial y la del Poder Ejecutivo. Pero en general no tiene el mismo trato con las instituciones policiales ni con los miembros de las fuerzas armadas que cometen o han cometido asesinatos en causas de gatillo fácil o en desapariciones de personas, como es el caso del testigo Julio López. Se constata aquí, una vez más, el mito de la objetividad.
La simplicidad se ve también en la síntesis del dolor de las familias que sufrieron hechos de violencia o muerte. Se trata apelando al plano emocional. Se muestra un dolor, un genuino dolor pero no salimos del plano de lo emocional.
El diario no dice “el delito es consecuencia de las políticas que implantó el gobierno kirchnerista”, por ejemplo, pero sí dice desde la habilitación que tiene cualquier persona a opinar en una carta de lectores: “hace 8 años que esto está así….”, o desde la carta de una madre: “mi desgracia comienza en 2003 y se repite en 2009”.
Se intenta instalar desde el plano emocional, desde el dolor de otros la idea de que la inseguridad, producto del delito y la marginalidad, tienen un origen en un gobierno y no se lo muestra como un proceso.
Vemos en la carta de lectores un recurso muy usado, el de simplicidad. También se observa en los títulos, volantas y bajadas. Esta jerarquía del tema de la “inseguridad” en la agenda mediática responde a la pertenencia de clase de los medios de comunicación, y, en este caso, La Nación se expresa en consecuencia.
Informe Completo: http://www.redobservatorios.org.ar/web/?p=540